Una de las características definitorias de la vida es la evolución. No sé si sea preciso afirmar que no evolucionar es dejar de vivir, pero, en más de algún sentido, sí es dejar de existir, que no es lo mismo.
Hay algo peor: involucionar. ¿Si no evolucionar es eventualmente dejar de existir, en qué se puede traducir la involución? No creo que exista una consecuencia lógica o natural, precisamente porque se trata de algo completamente contra natura, es una regresión que va en sentido contrario de la vida misma. La consecuencia no es necesariamente la muerte, puede ser algo peor, por ejemplo, vivir una “versión pirata” de un episodio que ya viviste.
Con toda la evidencia empírica que existe sobre los procesos evolutivos de los seres vivos, de los sistemas políticos-sociales, de la cultura, entre otros muchos ejemplos, ¿cómo es posible que yo concibiera que involucionar era el camino adecuado? ¿En qué estaba pensando cuando decidí que retrocediendo se podía avanzar?
El precio de ir contra la vida, de tratar de involucionar, ha sido muy alto. Sin embargo, la naturaleza misma de la vida hace que la lección, por dura que sea, esté encaminada en el sentido correcto, es decir, hacia la evolución.
En este sentido, la vida se ha encargado de sacar de mi vieja obstinación por involucionar (de manera inconsciente debo decir en mi defensa) un proceso evolutivo lento y doloroso. Retrocedí varios pasos y he tenido que recuperar cada uno de ellos a un costo muy elevado, y aún así no podré recuperar todos.
Aprender es un requisito del proceso evolutivo. Así, por contradictorio que parezca, de la involución he evolucionado un poco. Otro requisito, que es complementario del anterior, es la capacidad de reconocer y aceptar los errores, y hoy, demasiado tarde, lo acepto y lo reconozco. Tenías razón…
Hay algo peor: involucionar. ¿Si no evolucionar es eventualmente dejar de existir, en qué se puede traducir la involución? No creo que exista una consecuencia lógica o natural, precisamente porque se trata de algo completamente contra natura, es una regresión que va en sentido contrario de la vida misma. La consecuencia no es necesariamente la muerte, puede ser algo peor, por ejemplo, vivir una “versión pirata” de un episodio que ya viviste.
Con toda la evidencia empírica que existe sobre los procesos evolutivos de los seres vivos, de los sistemas políticos-sociales, de la cultura, entre otros muchos ejemplos, ¿cómo es posible que yo concibiera que involucionar era el camino adecuado? ¿En qué estaba pensando cuando decidí que retrocediendo se podía avanzar?
El precio de ir contra la vida, de tratar de involucionar, ha sido muy alto. Sin embargo, la naturaleza misma de la vida hace que la lección, por dura que sea, esté encaminada en el sentido correcto, es decir, hacia la evolución.
En este sentido, la vida se ha encargado de sacar de mi vieja obstinación por involucionar (de manera inconsciente debo decir en mi defensa) un proceso evolutivo lento y doloroso. Retrocedí varios pasos y he tenido que recuperar cada uno de ellos a un costo muy elevado, y aún así no podré recuperar todos.
Aprender es un requisito del proceso evolutivo. Así, por contradictorio que parezca, de la involución he evolucionado un poco. Otro requisito, que es complementario del anterior, es la capacidad de reconocer y aceptar los errores, y hoy, demasiado tarde, lo acepto y lo reconozco. Tenías razón…
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