Monday, May 19, 2008

Vulnerabilidad

La naturaleza humana es vulnerable por definición, sin embargo, hay circunstancias que acrecientan o amplifican la percepción de vulnerabilidad.

En casos de enfermedad, por ejemplo, el enfermo ve descompensado su equilibrio físico, y pocas cosas pueden transmitirnos ese sentimiento de vulnerabilidad como el padecimiento o el dolor.

Pero aunado a las sensaciones físicas, la vulnerabilidad, que es al mismo tiempo realidad y percepción, genera una necesidad, en primera instancia, de protección y, después, de afecto, del apapacho, de los mimos y cosas por el estilo.

En condiciones de vulnerabilidad todos somos como niños que buscamos quienes satisfagan esa necesidad de protección y afecto; cuando no hay nadie cerca para proveer esto, le da a uno un golpe de soledad.

Tuesday, May 13, 2008

veintinueve

Hoy cumplí 29 años y no se me ocurre nada interesante y/o inteligente para escribir.

Me parece que lo más destacable, además de presumir que los estoy celebrando en Nueva York, es que es el último de la década de los 20’s.

Estoy convencido de que cuando no hay nada que escribir, no hay nada que escribir, y cualquier esfuerzo pudiera resultar en algo vergonzoso.

Estoy bien, estoy contento, hoy cumplí 29…

Sunday, May 11, 2008

...

¡Cuántas ganas tengo de no tener ganas de lo que tantas ganas tengo!

Friday, May 2, 2008

New York City

Nueva York es una ciudad tan única y excepcional como lo puede ser cualquiera de las grandes metrópolis del mundo occidental. Evidentemente tiene características muy particulares, pero ¿cuál gran ciudad no las tiene?

Esta ciudad comparte con Londres, París, Beijing y la Ciudad de México, entre otras ciudades, características similares. Son ciudades fundacionales de sus respectivos países, llenas de historia, orgullosas de un pasado glorioso, pero volcadas, unas más que otras, hacia el futuro. Monstruosamente grandes pero frágiles al mismo tiempo, vulnerables.

Como cualquier ciudad, Nueva York está llena de iconos, posiblemente sea el lugar que mejor ilustra el pasado, presente y futuro de Estados Unidos. Incluso lo peor de la ciudad, su leyenda negra de corrupción, sede del crimen organizado más refinado, entre otras características, pueden ejemplificar algunos de los “valores” que fundaron, enriquecieron y fortalecieron a esta nación.

A los extranjeros, ¿qué imagen nos viene a la mente cuando pensamos en Estados Unidos? La estatua de la libertad, los rascacielos de Manhattan, posiblemente Disneylandia, las playas de California o Florida, o los cowboys de Texas, pero de manera casi irremdiable regresamos a Nueva York como centro de poder político, económico, cultural y académico que lleva marcada sobre sus calles la historia, el “timeline” del nacimiento, desarrollo y decadencia del imperio estadounidense.

¿Qué nos dicen esos callejones en el Bajo Manhattan? ¿Por qué es tan emblemático el Puente de Brooklyn? ¿Qué hay detrás del Empire State Building? ¿Por qué se fotografía tanto el Chrysler Building? ¿Cuál es la magia de Wall Street para hacer dinero? ¿Cuál es la importancia histórica y comercial del Puerto de Nueva York, de esos muelles que muchos permanecen solamente como eso, como iconos de un pasado memorable? ¿Por qué la concentración de tantas universidades, institutos de investigación y organizaciones no gubernamentales con tanta influencia política y económica? ¿Cómo el espacio que alguna vez ocuparon las torres gemelas se ha convertido en el triste recordatorio del inicio de un nuevo paradigma en la concepción de las relaciones internacionales y los temas de seguridad?

Nueva York es catalogada como la capital del mundo, por la variedad étnica, racial y religiosa que habita en ella, entre otros tantos elementos de diversidad, pero es más bien el prototipo, la imagen, el icono del mundo occidental. Por lo menos en términos de percepción, el orden internacional de la posguerra se creó y creció en esta ciudad.

Ciudad de contrastes, como todas, reúne lo mejor y lo peor de la sociedad estadounidense, por un lado progresista, liberal, abierta, comprometida con su entorno, y por el otro, ensimismada, inserta dentro de un mundo oscuro de corrupción y ambición que, en muchos sentidos, ha propiciado su grandeza económica. No es necesario dar más de 50 pasos para encontrar una riqueza y abundancia inaprensible para el entendimiento de los mortales, y a la vuelta de la esquina toparse con la miseria inexplicable en una ciudad que lo tiene todo.

Iconos, emblemas, “landmarks”, es lo que uno encuentra en Nueva York, la ciudad en sí misma bien podría ser el icono de la “americanidad”, la síntesis del espíritu estadounidense y el estereotipo de occidente.

Seguiré informando.

Inmediatez

Si tuviera que señalar una sola característica de nuestro tiempo escogería la inmediatez.

El avance tecnológico en materia de comunicación es el fundamento de esta característica. La fibra óptica, comunicaciones vía satelite, cosas que, como he dicho antes aquí, rebasan la capacidad de mi entendimiento, hacen posible que conozcamos sucesos en cualquier punto del planeta en tiempo real.

No obstante, la inmediatez no se limita al simple hecho de estar informado permanentemente, tema que merece un comentario aparte, sino que alcanza muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, que debido a esa cotidianeidad nos pasa desapercibido. Pero el mensaje está ahí, aquí, en todos lados, en el Internet, en la televisión en la calle: Puedes tener lo que quieras, hacer lo que quieras, ver y escuchar lo que quieras, comer y beber lo que se te antoje en el momento que quieras:

“Llama ahora”

“Sólo haz clic aquí”

“Abierto las 24 hrs”

“A tu alcance con tan sólo oprimir un botón”
"No esperes más"

Algunas cosas efectivamente se podrán conseguir en el momento y algunas otras llegarán mañana, en dos días o a la semana siguiente, pero al final no es eso lo que cuenta sino la percepción de tener y hacer las cosas en el instante mismo en que se piensan o desean.

Por alguna razón, siempre he pensado que vivo en el periodo de transición entre dos generaciones y que por lo mismo no pertenezco a ninguna (cualquier semejanza con el Lobo Estepario es mera coincidencia). No es que esta generación me desagrade, de hecho me he habituado más o menos bien, pero no puedo dejar de sentir añoranza por una época que apenas conocí y que evidentemente no puedo revivir.

¿Cómo eran esos días sin teléfonos celulares, radiolocalizadotes o blackberrys? ¿Cuál es la sensación de esperar la carta de un ser querido, tener que espiar al cartero, hacer el cálculo de cuándo llegará? ¿Qué se hacía los fines de semana en que se quedaba uno sin dinero y tenía que esperar hasta el lunes, a las 9 de la mañana, a que abrieran el banco para hacer un retiro? Todavía me tocó hacer largas filas para pagar la luz, el teléfono; hoy se puede pagar por Internet.

Insisto, no me resisto ni me opongo a los avances científicos o tecnológicos, por el contrario, los celebro, pero cada vez me convenzo más de que estos “hoy”, “aquí”, “ya”, “de inmediato”, “ahora”, son los culpables de que el tiempo se vaya tan rápido.

No solamente estamos perdiendo la capacidad de esperar, sino que cada vez se reducen las oportunidades para hacerlo y pareciera que la espera es la que extiende el tiempo, otra vez, cuestión de percepción.

Resulta paradójico que ahora que tenemos a nuestro alcance la posibilidad de “disfrutar” más cosas no tengamos tiempo para hacerlo, porque no importa el tiempo que tengamos y las cosas que deseemos, la inmediatez, por definición, nos impone un límite en el número de cosas que podemos hacer a un mismo tiempo.

No sé si todo tiempo pasado fue mejor, pero creo que sí fue más largo.

¡Carajo, ya es viernes otra vez!!!!