Es una especie de maldición: el deseo, por definición, se extingue una vez que se alcanza el objeto deseado.
¿Qué es más valioso, el deseo o el objeto del deseo? La respuesta no es tan sencilla como pareciera en un principio.
El deseo se extingue con la consecución del objetivo, pero hay un breve instante en el que esta pérdida es imperceptible por el sabor de la victoria, por la satisfacción por haber obtenido aquello.
¿Llena realmente el objeto del deseo el espacio que ocupaba el deseo?
En gran medida nos movemos a partir de nuestros deseos, son la motivación. Sin embargo, no deja de ser paradójico que trabajemos en pos de un deseo que habremos de perder si somos exitosos en nuestra búsqueda.
¿Es posible que el deseo desaparezca sin haber alcanzado el objetivo? ¿Se puede simplemente dejar de desear?
No me preocupa perder el deseo, me preocupa dejar de desear. No es lo mismo.
¿Qué es más valioso, el deseo o el objeto del deseo? La respuesta no es tan sencilla como pareciera en un principio.
El deseo se extingue con la consecución del objetivo, pero hay un breve instante en el que esta pérdida es imperceptible por el sabor de la victoria, por la satisfacción por haber obtenido aquello.
¿Llena realmente el objeto del deseo el espacio que ocupaba el deseo?
En gran medida nos movemos a partir de nuestros deseos, son la motivación. Sin embargo, no deja de ser paradójico que trabajemos en pos de un deseo que habremos de perder si somos exitosos en nuestra búsqueda.
¿Es posible que el deseo desaparezca sin haber alcanzado el objetivo? ¿Se puede simplemente dejar de desear?
No me preocupa perder el deseo, me preocupa dejar de desear. No es lo mismo.
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