Sunday, September 11, 2011

9/11

Hoy, al cumplirse el décimo aniversario, se ha dicho todo acerca del ataque terrorista del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

No hay mucho más que agregar, que si fue el día con el que dio inicio el Siglo XXI, que fue el día que el mundo cambió y muchos etcéteras.

Por lo demás, ha sido el día de los testimonios, dónde estabas y en qué pensaste cuando te enteraste de los ataques. A continuación va el mío:

Estaba en casa de mis padres, hacía unos cuantos días que había regresado a México después de haber pasado una temporada en Chicago. Desperté y encendí el televisor. Jorge Berry, de Primero Noticias, mostraba imágenes del World Trade Center en Nueva York, y decía que, al parecer, un avión se había estrellado por accidente contra una de las Torres Gemelas.

Estaba impactado por la imagen dantesca de la Torre Norte incendiada en su parte superior. Lo que vino minutos después me dejó sin palabras y hoy, después de 10 años, sigo sin poder describir la sensación que tuve al ver, en transmisión en vivo, al segundo avión impactarse contra la Torre Sur. No había espacio para dudas, no podía ser un accidente, Estados Unidos estaba siendo atacado.

Los noticieros reportaban de forma atropellada la información que recibían. Después de las Torres vino el Pentágono y después el avión que no alcanzó su blanco y se estrelló en el estado de Pensilvania.

No daba crédito a lo que veía y escuchaba. El país más poderoso del mundo estaba siendo atacado por terroristas. Las medidas precautorias que se tomaron en ese momento también me impactaron notablemente: se suspendió el tráfico aéreo en Estados Unidos y cerraron sus fronteras con México y Canadá, entre otras acciones que paralizaron al país.

En ese entonces no había iniciado aún mi carrera universitaria y, no obstante que mi interés en historia y política internacional me acompañan desde que tengo memoria, mi percepción de lo que estaba ocurriendo era limitada, particularmente en lo que se refiere a las repercusiones que tendría este acontecimiento. Sin embargo, tuve la certeza de que se había cruzado un punto de no retorno y que el mundo no volvería a ser el mismo.

Recuerdo que ese día y los que le siguieron al ataque, estuve aturdido, sentía como si mi cabeza estuviese encerrada en una cápsula llena de agua. No sé por qué. Familiares y amigos me preguntaban si estaba bien, si me pasaba algo, y yo trataba de explicarles el impacto que ese acontecimiento había tenido en mí. Más de alguno me dijo que no era para tanto y que, en todo caso, “ellos se lo habían buscado”, refiriéndose a los estadounidenses.

En el 2001 no imaginaba siquiera que 7 años más tarde viviría en Nueva York. Llegué al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy el miércoles 16 de enero de 2008 a las 6:00 de la mañana. Ese fin de semana, 19 de enero, fui a buscar la denominada Zona Cero, el lugar donde se alzaban las Torres Gemelas.

Recuerdo la primera impresión que tuve al ver aquel terreno baldío con trascabos y grúas, con una cerca de 2 metros de altura que impedía la vista, y a su alrededor cientos de turistas curiosos y la vida agitada de los neoyorquinos que circundaban el cerco: era sin duda una anomalía en el Sur de Manhattan, un hueco en la masa de rascacielos que caracteriza esa zona. Sin embargo, debo confesar que en ese momento no me impactó tanto, tuve que subir a uno de los edificios aledaños para apreciar la magnitud de la Zona Cero, era una herida, sucia y supurante aún en el distrito financiero de Manhattan.

Cuando utilizó la palabra herida no lo hago en un sentido figurado, al contrario, es la mejor palabra que encuentro para describir lo que era la Zona Cero, una herida en el corazón de la ciudad, considerada por muchos, capital del mundo occidental.

El 11 de septiembre de 2008, caminando por Battery Park, me topé con dos estelas de luz que surgían de donde hacía 7 años se alzaban orgullosas las Torres Gemelas. En un primer momento no tenía presente la fecha y me resulto extrañó ver aquello. Luego de unos segundos, quizás minutos, de ver como aquellos fantasmas de luz se perdían en la obscuridad de la noche sentí el dolor de la ciudad que con aquel tributo callado recordaba a sus muertos y a sus torres.

Durante mi estancia en Nueva York regresé muchas veces a ese lugar para atestiguar el progreso de los trabajos de construcción de la nueva torre. En mi última visita, marzo de 2011, la nueva torre comenzaba a despuntar, desafiante, en la esquina Noroeste de la Zona Cero.

Hoy, al ver la imágenes por televisión de la ceremonia que se llevó a cabo en Nueva York me dio la impresión de que esa herida comenzaba a cicatrizar, no puedo hablar por el dolor de las personas que perdieron a algún ser querido ese día, pero sí de la herida abierta que tenía la ciudad.

Este testimonio, uno más de los miles que se han contado en los últimos días, no pretende otra cosa más que rendir un humilde tributo a las personas que murieron ese día en los ataques a las Torres Gemelas, el Pentágono y el avión que se estrelló en Pensilvania, y solidarizarme una vez más con esa ciudad a la que con el tiempo aprendí a admirar y apreciar profundamente: Nueva York.

Me habría gustado estar presente en la Zona Cero este día, acompañando a la orgullosa Nueva York.

1 comment:

Are Reyes said...

Ni siquiera mi espíritu antiyankee acredita lo ocurrido el 9/11, lamento tanto que gente inocente haya sido víctima de un ataque tan violento y despiadadado. Son este tipo de acontecimientos los que me motivan como internacionalista y como ser humano a trabajar con mayor ahínco y a permitirme formular más preguntas, encontrar las respuestas y sobre todo construir soluciones.