Monday, September 19, 2011

El Grito

La investidura presidencial le da mayor solemnidad al acto. Además, el Zócalo por sí mismo, con la bandera monumental ondeando al centro, es imponente.

Grité con mucha fuerza los “vivas”, quizás como nunca antes, con un sentimiento mezclado entre la celebración de la Independencia, pero también como si en cada “viva” le expresara al país una instrucción o un deseo de vivir.

No obstante que la lluvia mojó un poco los ánimos de la gente que asistió al Zócalo, la ceremonia no perdió solemnidad. Cuando el Presidente salió al balcón del Palacio Nacional para comenzar la arenga, no faltó quien le gritara algunos insultos, sin embargo, el ánimo de la gente era de celebración y cualquier otra intención se vio opacada por el deseo de los mexicanos de acompañar a su Presidente con los “vivas” tradicionales y la entonación el Himno Nacional.

Esta ceremonia es un rito muy particular, en el que se establece un vínculo muy estrecho entre el Presidente de México y los mexicanos, posiblemente en ningún otro acto presidencial suceda. Esto es, hasta cierto punto, natural si se piensa que difícilmente puede haber un motivo que invoque más a la unidad que la celebración de la independencia de un país.

Sin embargo, no me pareció un acto republicano, en el que el Primer Mandatario se reúne con los ciudadanos para recordar y celebrar una fecha tan importante para el país. Me queda la impresión de que se trata más bien de un acto en el que el soberano baja de su posición de privilegio por unos momentos para dar muestra a sus súbditos del poder que encarna.

No es crítica, considero que es una necesidad real de cualquier sociedad, en unas mayor que en otras, palpar el misticismo que existe en torno al poder. Esta ceremonia satisface esa necesidad.

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